La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

sábado, 4 de junio de 2011

Campanas contra el miedo

Para mi sobrina Alexis Arreola Ortiz, con unos cuantos gruñidos de tío enojón.

Alexis sabe que no hay nada más aterrador que estar sola en una habitación y ver cómo, segundo a segundo, la rata que viene hacia ti crece desproporcionadamente.

El lugar está vacío y no hay un palo o una escoba para defenderse. Para acabarla de amolar, Alexis no trae puestos los zapatos. Una silla, una cama, una cómoda en dónde subirse… serían de mucha ayuda.

Y ahí están frente a frente en un duelo que dejará sólo un ganador.

Entonces se oye un ruido y la enorme rata huye despavorida, hasta volverse un puntito oscuro en la distancia.

“¡Se asustó con las campanas de la iglesia!”

Cuando Alexis despierta, la rata gris de peluche que mamá Isa le regaló, sonríe.

―¡Tuve una pesadilla!―dicen las dos a un mismo tiempo.

Imagen tomada de la red.

1 comentario:

Isale Ortiz dijo...

Jajaja..Tío. Porfin encontré mi cuento :) Gracias... Y perdon por no haberlo leítdo antes.
Un abrazotote!!!!

El pingüino rojo en el mundo