La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

domingo, 26 de junio de 2011

La libreta

Para Dianita Hernández, y sus rudezas de colegio.

A la hora del recreo se la podía ver al otro lado del patio, tomando notas en una libretita que traía consigo siempre. A su alrededor, como mudos testigos, los pájaros, los árboles, los insectos. Tal comportamiento no podía pasar desapercibido para sus compañeros de colegio, que se preguntaban qué tanto escribía Diana la Rara.

―A lo mejor escribe la vida de los bichos ―dijo Hugo, un chiquillo de sonrisa traviesa; y prometió a su grupo de amigos traer el cuadernillo como trofeo―. Lo voy a descubrir.

A partir de ese momento, la pelota de Hugo, las canicas de Hugo, el trompo de Hugo… se cruzaban en el camino de Diana a toda hora. Si a medio recreo se le antojaba una paleta o una torta, de seguro que detrás de ella estaba Hugo formado. No tardó en correr por la escuela el rumor de que eran novios. Hasta hubo quien afirmó haberlos visto darse un beso, caminar de la mano por la calle o compartir un helado en la tienda de la esquina. Diana se sonrojaba al escucharlo.


Diana levantó la pelota y esperó a que Hugo fuera por ella.

―¿Me devuelves mi pelota? ―extendió las manos para tomarla.

―Sí, ténla ―dijo Diana, pateándola con todas sus fuerzas que rebotó en el pecho de Hugo.

―¿Por qué hiciste eso? ―dijo Hugo sorprendido, al borde de las lágrimas.

―Para que no andes diciendo que soy tu novia.

Cuando estuvo a solas, Diana escribió en su libreta: “¡Pobre Hugo! ¡Le di un pelotazo! Aunque me gusta mucho, tengo miedo que mi mamá se entere y me regañe.”

Imagen tomada de la red.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien dicen crea fama y échate a dormir.
Genial! Fue un flashback!
D

Rosio dijo...

es muy bueno...

josé manuel ortiz soto dijo...

Anónimo: también funciona el "échate a dormir y crea fama".
Un abrazo.


Rosio: que bueno que te gustó,todos pasamos por ahí.
Un abrazo.

El pingüino rojo en el mundo