La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

miércoles, 20 de marzo de 2013

El sueño de Peter, de Eduardo Núñez Ortiz



Eduardo Núñez Ortiz

Estaba la familia de Peter reunida en el comedor, platicando sobre acontecimientos ocurridos durante la semana. En eso, Peter oyó ruidos extraños en el sótano; bajó y vio una sombra.  Se dijo:
—No puede ser de una persona, más bien es como de un perro.
Se asustó y salió corriendo en dirección al comedor.
Fernando, el mayordomo, se interpuso en su camino, y le dijo:
—No comentes nada de lo que acaba de ocurrir en el sótano.
Peter le respondió:
—¿Y  tú cómo sabes lo que pasó en el sotano?
—Uhhmmm, este… disculpa… Tengo que ir a preparar la cena.
Peter se quedó intrigado, preguntándose por qué actuaría tan extraño.
Peter continuó cenando, aunque un poco pensativo. Al verlo así, su hermano Arnold le preguntó:
—¿Qué te pasa, Peter?
Él continuó hundido en sus sueños sin percatarse de la pregunta de su hermano.
—¡Peter! ¿Qué no me escuchas?
—Ehhmm… No me siento muy bien, me voy a dormir —y dejó su plato servido sin haber probado un solo bocado.
Los demás miembros de la familia terminaron de cenar y se retiraron a dormir.
Peter ya en su habitación, cayó en un sueño profundo. Mientras se adentra en un bosque desconocido, con niebla muy densa y muy poca visibilidad, observa entre la bruma una figura.
—¿Es humano o animal? —se dice.
Peter se quedó inmóvil, quería moverse pero era inútil: algo lo ataba al piso; intentaba gritar, pero su voz se quedó atrapada en su garganta. La extraña silueta se acercaba cada vez más y más hacia él. Transcurrió un largo tiempo y empezaron a destellar los primeros rayos del sol, la silueta se fue transformando hasta quedar totalmente humana. Por más que Peter intentaba ver su rostro, no podía.
El toc toc en la puerta de su habitación lo despertó. Era Fernando, el mayordomo. Peter vio que su silueta era igual a la de su sueño. Al observar su rostro pálido y demacrado, Peter sintió que un escalofrió recorría todo su cuerpo.
—Peter: te esperan en el comedor —dijo Fernando.
Todo transcurrió en completa normalidad durante la mañana. Por la tarde planearon un recorrido por el bosque. Peter observaba a su alrededor más que sorprendido: el lugar le parecía familiar. Mientras Fernando —que lo observaba sin perder detalle— se acercó a él sin hacer ruido y, tocando el hombro de Peter, a la vez que le decía:
—¿Reconoces el lugar?
Peter, en su mente, se hacía esta misma pregunta una y mil veces: fue realidad o solo fue un sueño.

 FIN

El pingüino rojo en el mundo