La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

sábado, 27 de noviembre de 2010

XXIII En busca del pingüino rojo: Un río que va del mar a la montaña

Aquel marinero solitario era Jave, el aventurero, que volvía a su patria después de andar por el mundo. Con sus ojos, decía, había visto todo, pero también nada, porque no siempre se ve lo que se quiere.
No preguntó por qué el rojo de mis plumas, y menos qué hacía un pingüino nadando en aguas tropicales. Me contó acerca de Marco Polo, viajero que llegó a regiones hasta entonces desconocidas; del capitán Nemo, que a bordo del Nautilus bajó a las profundidades del mar. Sin embargo, lo que más me sorprendió fue escuchar que justo ahora una nave debía estar despegando para ir a conquistar nuevas galaxias.
―A todo eso ―decía Jave en un tono melancólico― ni siquiera hemos sido capaces de recuperar el mundo fantástico que poco a poco perdimos.
Me platicó que los pigmeos twa de África Central, los esquimales de las regiones árticas de América y Groenlandia y los descendientes rapanui de la isla de Pascua ―de donde venía en ese momento― pregonaban que la búsqueda acabaría cuando alguien encontrara el Río Salmón, aquel va del mar a la montaña.
―Según tengo entendido, todos los ríos van a parar al mar ―repuse.
―Fue lo mismo que yo dije a los sabios de aquellas tribus, pero se reían y se tapaban los ojos. “El hombre que ve solamente con los ojos está completamente ciego”.
Embelesado por las palabras de Jave, el tiempo parecía transcurrir más de prisa. Aun los barcos que pasaban cerca de nosotros semejaban pesadas ilusiones a las que veíamos desaparecer en la distancia. En mi no había cansancio y nadaba a ratos, pero más me gustaba ir al timón de la barcaza de mi nuevo y único amigo.

Imagen de Silvana Miller: Velas en luz.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Querido José Manuel, amigo al que admiro, me he permitido compartir esta belleza en mi facebook.

Un abrazo.

josé manuel ortiz soto dijo...

Patricia, es para mi un honor que mi pingüino rojo llegue a otros sitios. Gracias por tus comentarios y recibe de todos los personajes de esta historia un cálido abrazo.

El pingüino rojo en el mundo