La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

sábado, 24 de agosto de 2019

La vida de los animales



La vida de los animales*
Camila Ixchel García Ortiz
José Manuel Ortiz Soto

Julieta y Pablo fueron de visita al zoológico. Les habían contado que allí había algunos animales fuera de lo común. Madrugaron para ser los primeros en entrar.


El primer lugar que visitaron fue el estanque de los patos verde – azul. Al ver a los recién llegados, les dijeron:
—Buenos días, amigos. ¿Nos han traído alguna golosina?
Julieta y Pablo se miraron, sorprendidos. Luego señalaron el letrero al pie del estanque, que decía: “Prohibido dar de comer a los animales”. Decepcionados, los patos se zambulleron en el agua.
Después visitaron a la jirafa.


—¡Qué extraño color tienes! —exclamó Julieta.
La jirafa le hizo una seña para que se acercara a ella.
—¿Te gustaría escuchar mi secreto? —Julieta dijo que sí—. Soy de color naranja porque así me dibujó una vez un niño. Ahora que si tú prefieres algún otro color…
Julieta gritó: ¡Morado! Y la jirafa fue morada. Pablo gritó ¡Azul! Y la jirafa se puso de color azul. Y así todos los colores existentes y sus combinaciones más disparatadas.
El último lugar que los niños visitaron fue el chiquero del elefante morado. Julieta iba a decirle que ese era su color favorito, pero el elefante ya lo sabía.
—Soy un elefante adivino. Y tengo este color en tu honor.
—¡Vaya que este zoológico es bastante extraño! —reflexionó Pablo.
—Digamos que es mágico —sugirió el elefante morado—. Todos aquí somos especiales. Por cierto, ya es hora de que se vayan, pues estamos por terminar la función.
Y todo alrededor de los dos niños comenzó a desaparecer.
Esa noche, Julieta y Pablo no soñaron nada. ¡Para sueños ya habían tenido bastante con la nueva vida de los animales del
zoológico imaginario!

*Un día, mi nieta Camila Ixchel me dio unos dibujos, y me dijo: Abuelo, aquí está un libro que dibujé, ahora ponle tú las palabras. Este es nuestro cuento; más de ella que mío.

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