Para la
pequeña Ixchel,
por los
dos años fantásticos que nos ha regalado;
quiero otros cien para llevar.
La
pequeña lagartija de plástico no daba crédito a lo que veía: ella sobre la
mesa de expositores delante de un auditorio lleno de gente. Trató
de recordar por qué motivo estaba ahí, cuál era el tema de su exposición, si
se trataba de un homenaje o de la recepción de algún premio. Era inútil, por más esfuerzos que hacía por recordar, solo conseguía verse rodando por el piso o tomando el sol junto a otros juguetes, siempre bajo un ruidoso coro de niños. Quizás había llegado a esa edad en que la memoria de las lagartijas de plástico se vuelve olvidadiza.
Después de un rato de espera, aún no llegaba ningún otro ponente, y la gente, antes
risueña y apacible, murmuraba inquieta. Gruesas gotas de sudor azuloso
comenzaron a escurrir por su frente.
―¡Aquí
está mi lagartija! ―dijo de pronto la pequeña Ixchel, saliendo quién sabe de dónde y
recuperando de la mesa el animalito de plástico.
La pequeña lagartija de plástico respiró aliviada
entre las manos de su amiga.
2 comentarios:
Hola Manuel: genial!! Me encanto! Afortunadamente llego tu nieta a salvarla!! Lástima que a mi nadie me salvo de las gotas de sudor!! Jajaj Saludos un placer leerlo!
Betty, gracias. Sucede que mi nieta cumplió años hace poco más de un mes y no le había escrito nada, y al ver esta foto del día de la presentación, me disparó la historia.
Un abrazo.
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