I
No
era ni más ni menos que un dragón: con ojos grandes, cresta, nariz chata con dos pequeñas
columnitas de humo y sus alas de colores. Cuando Efrén nació todos
en la comunidad felicitaron a los recién padres, pues la falta de un nuevo miembro en aquella
familia hacía peligrar la descendencia.
Todo
iba bien hasta que los padres de Efrén fueron llamados al colegio. Los viejos ignoraban
qué problemas podía tener un hijo ejemplar como el suyo. Seguro que se trataba de
una equivocación, pensaban,.
—Hay
una queja de parte del profesor de raptos —anunció un ancestral dragón de ojos
chiquitos y piel arrugada—. Su hijo se niega a saber nada de raptos de
princesas, castillos encantados y luchas con príncipes rescatadores.
Un
hoyo de silencio, espeso y tembloroso, se dejó sentir en el lugar.
—No
puede ser, eso no está en la
naturaleza de un dragón.
—Precisamente
eso es lo que nos preocupa; jamás
tuvimos antes un caso parecido y, la verdad, no sabemos qué hacer.
Aun
para un par de padres medianamente educados, era claro que su hijo estaba a
punto de ser expulsado de la escuela.
—Permítanos
hablar con él… —propuso una desolada madre—, seguro que es cosa de la edad.
—Eso
espero, eso espero… —farfulló el anciano director dando por concluida la
entrevista.
Imagen tomada de la red.
4 comentarios:
Hola, José Manuel, me has arrancado una sonrisa.
Un abrazo, Miriam Chepsy
Miriam, gracias a ti por darte una vuelta por aquí. Hoy mientras buscaba qué subir me encontré con esta historia que no recuerdo ni cuando comencé a escribir. Veamos hasta dónde llega.
Un abrazo.
Hola, José Manuel. El cuento está precioso. He leído los otros aunque no te ponga comentarios. En este sí porque el personaje es un dragoncito rebelde. Yo todavía estoy batallando con el mío, que no sabe si ser rebelde o no.
Hola, Adriana. Sabes que se me da la rebeldía, veamos que tal se comporta este pequeño dragòn.
Un abrazo.
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