La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

viernes, 7 de junio de 2019

Las dos niñas y el ogro, de Camila Ixchel


Había una vez dos primas que se llamaban Isabel y Julieta. Un día fueron a una torre muy grande que llegaba hasta el cielo, en donde se encontraba un ogro feroz, y se asustaron mucho. El ogro era de varios colores brillantes. A Isabel no le dio miedo, por lo que le dijo al ogro que si quería ser su amigo. El ogro aceptó y se pusieron a jugar por varias horas.
Después de un rato, las mamás de las primas se empezaron a preocupar por la ausencia de sus hijas, por lo que tuvieron que salir a buscarlas a los alrededores de la aldea, en donde por fin las encontraron muy entretenidas jugando con un ogro. Asustadas, las mamás gritaron muy fuerte y se desmayaron.
Al regresar en sí, las mamás se dieron cuenta que el ogro no tenía muy mal aspecto y se veía muy amable, por lo que dejaron que Isabel y Julieta tuvieran una buena amistad con el ogro.

Fin

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El pingüino rojo en el mundo