La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

viernes, 25 de noviembre de 2011

José Manuel, por Soy Depropio*


José Manuel abre los ojos y mira la hora en su casio retroiluminado. Las seis de la mañana. Apenas ha dormido, como siempre. Se levanta y va a la cocina a prepararse un café. Se asoma a la ventana y ve el habitual paisaje blanco. Ni una nube, ni una montaña, ni un árbol, ni un objeto: una infinitud blanca. Excepto por uno, dos, tres cuervos negros colgados en esa blancura como unos puntos suspensivos. José Manuel mira a los cuervos y los cuervos miran sus ojos.

Con la taza de café en la mano se sienta delante de una olivetti lettera y escribe un paisaje para ese lienzo blanco. Pinta con palabras un cielo con sol y nubes, unas montañas que perfilan el horizonte, unas casas que hacen vecindad y unos jardines con columpios. Y, como cada mañana, describe un gigantesco árbol negro justo encima de donde estaban los tres cuervos suspensivos, que quedan tapados. Cuando termina, arranca el folio de la máquina y lo tira a la papelera. Luego se acerca a la ventana y les dice a los cuervos ausentes: «Esta noche me joderéis el sueño otra vez, pero hasta entonces tengo al diablo de mi parte».

Epílogo

Es sabido que a los niños del barrio les aterroriza el árbol negro que hay delante de la casa del pediatra, pero también que, después de pasarles consulta, José Manuel les da un caramelo y deja que los más valientes le tiren de la barba.

*El presente texto fue escrito por Soy Depropio, como parte de un trabajo realizado en Cofradía del Cuento Corto, cuyo objetivo era conocer a los integrantes del grupo. Me gustó tanto verme retratado que lo comparto con mis lectores infantiles. Gracias, Soy Depropio.

4 comentarios:

Anita Dinamita dijo...

Me encantó cuando lo leí en Triple C, y ahora que veo tu foto de pediatra junto al texto, me gusta todavía más.
Un abrazo y otro para Fernando

ROSIO dijo...

Si... a mi tambièn me gusto mucho. Abrazo.

josé manuel ortiz soto dijo...

Anita, muy buen texto. No porque sea yo ese personaje, sino porque me gusta esa realidad con sus fatídicos cuervos.

Un abrazo.

josé manuel ortiz soto dijo...

Rosìo gracias. Una historia que atrapa, hasta dan ganas de cambiarla.

Un abrazo.

El pingüino rojo en el mundo