La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

martes, 9 de marzo de 2010

VII En busca del pingüino rojo: Mari Ve interrumpe el relato

—¿¡Un vendedor de helados!? –se extrañó Mari Ve.
—El desierto es caluroso –atajó Chivo.
—¡No me digas! –farfulló Camano.
—Pero las noches son muy frías.
—¡Ah…!
A una seña de Leopold todos guardaron silencio.
—Donchón era un reconocido nevero. Sus helados -en especial los de vainilla, limón y chocolate- gustaban tanto que  al pueblo llegaba gente de lugares remotos para probarlos. Pero esta vez no se trataba de llevar algo fresco para comer, sino que hubiera en el equipo un especialista del hielo. Ya saben: por aquello de que “los pingüinos son aves que viven en el Polo…, etc., etc.”
—Ahora entiendo –reconoció Mari Ve.
—Es lógico  –dijo Chivo.
—Mejor sigue contando la historia –se impacientó Camano.
—Pues bien, les cuento que el resto del equipo lo conformábamos un par de cargadores y yo, Leopold, encargado de tomar nota de todo lo que tuviera que ver con nuestra historia.

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El pingüino rojo en el mundo