La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

martes, 16 de febrero de 2010

IV En busca del pingüino rojo: Leopold, el contador de historias

En ese entonces yo era joven y desconocía muchas cosas de la vida. Cuando el señor Oliver me habló de un pingüino rojo del desierto, pensé que el hombrecillo bonachón y de bigote puntiagudo me gastaba una broma. Sin embargo, al pedirme ser parte de la expedición que iría tras él, las cosas cambiaron. “Nada es imposible”, me dije buscando la explicación lógica que los adultos necesitan para creer: “Quizá la Naturaleza se cansó de la estupidez de los humanos, quienes a su vez están hartos de una madre generosa como ella, ¿si no cómo explicar su empeño en destruirla? En fin…”
—¿Aceptas? ¿Contarás nuestra proeza?
—Sí –acepté sin preocuparme por honorarios o reconocimientos.
Cuando eres joven la aventura es lo primero.

2 comentarios:

Unknown dijo...

a mi megusto y eso que no mugusta leer

josé manuel ortiz soto dijo...

Diego, gracias por leerlo; para uno como escritor es muy satisfactorio que ha gustado.
Un abrazo.

El pingüino rojo en el mundo