Mi nieto y yo descansábamos a la sombra de un
ahuehuete.
—¿Qué sueñan los árboles,
abuelo?
—Los árboles sueñan que…
En realidad, no sueñan nada.
Entonces comenzó a
desaparecer todo a nuestro alrededor: el río, las barcas, la carretera que pasaba
cerca, las últimas casas del pueblo, mis manos…
Mi nieto reían, divertido.
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