Para mi tío Came, pingüino rojo de nuestra familia.
El pinguino rojo sacudió sus alas y se desperezó.
―Esta es mi historia, querido Leopold, lo demás ya lo sabes.
―¡Nunca imaginé que Jave nos trajera acá por…!
―... porque han sido elegidos para contar al mundo que es momento de parar tanta destrucción, antes de que sea tarde. Les ha sido develado el secreto del río Salmón, así podrán volver acá cuando lo quieran.
―Yo aquí me quedo, ya les había dicho que... ―recordó Piecillos.
―Aquí serás de gran ayuda, amigo. Puedes quedarte.
―¿De verdad así lo quieres? ―pregunté.
―Sí. ¿Qué caso tiene buscar cuando no encontrarás nada?
―Sólo tengo una duda ―dije―. ¿Qué diré a mis compañeros? ¿Cómo les explicaré esta prolongada ausencia?
El pingüino soltó a una risita pegajosa.
―No olvides que aquí todo es posible. Acompáñame.
Fuimos hasta la roca donde nace el río Salmón. Ahí estaba la barca en la que Jave y él habían llegado. En su interior dormían como niños chiquitos Oliver, Don Chon, Isa Becerrilla… todos expedicionarios.
―¿Y si en este momento...?
―No despertarán hasta llegar al Calicanto. Entonces ya tendrás una buena historia qué contarles. Adiós, Leopold.
Me despedí de Piecillos y mis nuevos amigos y subí a la embarcación. Era momento de volver a casa.
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