—El desierto es caluroso –atajó Chivo.
—¡No me digas! –farfulló Camano.
—Pero las noches son muy frías.
—¡Ah…!
A una seña de Leopold todos guardaron silencio.
—Donchón era un reconocido nevero. Sus helados -en especial los de vainilla, limón y chocolate- gustaban tanto que al pueblo llegaba gente de lugares remotos para probarlos. Pero esta vez no se trataba de llevar algo fresco para comer, sino que hubiera en el equipo un especialista del hielo. Ya saben: por aquello de que “los pingüinos son aves que viven en el Polo…, etc., etc.”
—Ahora entiendo –reconoció Mari Ve.
—Es lógico –dijo Chivo.
—Mejor sigue contando la historia –se impacientó Camano.
—Pues bien, les cuento que el resto del equipo lo conformábamos un par de cargadores y yo, Leopold, encargado de tomar nota de todo lo que tuviera que ver con nuestra historia.
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