—El salón está embrujado —dijo Nidia en voz alta.
El tiempo se
detuvo de golpe en el reloj. La maestra Rosa suspendió su mano frente a la pizarra,
el gis entre los dedos, como si alguien hubiera gritado con todas sus fuerzas: ¡Arriba las manos! ¡Este es un asalto!
A Marco, que
ensayaba un nuevo prototipo de barco de papel, se le acabaron las ideas, y dejó su proyecto para más tarde. Lula agitó las manos, como si fuera un pajarillo presto para el vuelo. Solo las
gemelas Romo, sincronizadas en su tiempo personal, no se dieron cuenta
de nada.
—¿Por qué lo
dices? —dijo al fin la maestra Rosa, bajando la mano y depositando el gis en la
pestaña del pizarrón.
—Porque apenas
pongo un paso aquí, me da mucho, mucho sueño —aclaró Nidia a punto de perderse entre un par de bostezos.
2 comentarios:
¡Muy bueno, José Manuel! Me alegra que mi pequeño no te lea aún. Podría encontrar la excusa perfecta. ;)))
Un abrazo.
Pedro: un gusto que visites mi página para niños. Y tendrían razón, creo que las escuelas las inventaron los adultos.
Saludos.
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