La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

sábado, 6 de agosto de 2011

La chistera de papá



Para mi sobrino Fabrizzio, en su cumpleaños.

Papá es un gran mago y yo me siento orgulloso. Cada que se alista para la función lo observo detenidamente, pues cuando sea grande quiero ser como él.
Así he aprendido varios trucos.
Hoy daré mi primera función de magia. Tomé prestada la chistera de papá y la traje a la escuela. La maestra Yola aceptó conceder tiempo de su clase para la representación.
―Con ustedes, el niño de la magia, el Gran Fabrizzio ―anunció.
Un fuerte aplauso siguió a sus palabras.
―Necesito una mano que me ayude ―invité.
Todos se miraban entre sí, pero nadie se levantó.
―Aquí está la mía ―dijo la maestra Yola.
Pedí a mi ayudante que me pasara la chistera, soplé en ella tres veces y dije en silencio las palabras mágicas que había escuchado a papá. Entonces me puse el sombrero y todo se oscureció: había desaparecido el salón.

Imagen tomada de la red.

4 comentarios:

Elise Reyna dijo...

Una ternura tu mini José Manuel.
Entonces tienes más de un blog, porque yo te tenía en el mio con "Cuervos para tus ojos".
Cariños.
Lucía

josé manuel ortiz soto dijo...

Elise, tengo varios blogs:
http://angelesdebarro.blogspot.com
http://1antologiademinificcion.blogspot.com/
http://medicosmexicanosporlacultura.blogspot.com/ y http://cuervosparatusojos.blogspot.com/

Gracias por tu visita.

Angie Arreola Ortiz dijo...

gracias tio!! dice fabri q si quiere ir a su salon y hacer magia jaja, ya le dio ideas!!!!

Anónimo dijo...

Estimado escritor, gracias por el fantástico acto de magia!

El pingüino rojo en el mundo