La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

sábado, 16 de julio de 2011

Primera lección de magia


Para Luvis, Chimena y Lupis, con un abrazo mágico.

Luvis quería un libro de magia. Siempre que pasaba por una librería preguntaba si tenían alguno donde pudiera tomar sus primeras lecciones. 

“Sólo tenemos libros avanzados”, solían contestar los dependientes, quizás pensando que no se estudia magia cuando eres pequeño.
Un día que Luvis paseaba por el centro de la ciudad en compañía de sus papás y sus hermanas, atrajo su atención un letrero sobre la fachada de un viejo edificio. Decía: “Si entras aquí, seguro lo encontrarás”.

--¿En qué puedo servirles? –dijo un hombrecillo flaco y encorvado, de nariz ganchuda y cejas abundantes.

No se necesitaba tener mucha imaginación para encontrar en el aspecto de aquel hombre ciertos rasgos de reptil. Un poco de dragón; tal vez mucho de alebrije.

--Mi hermana quiere un libro de magia para principiante –dijeron a un mismo tiempo Lupis y Chimena.

--Entonces, señoritas, han venido al sitio indicado. Acompáñenme.

El lugar parecía un laberinto hecho de libros, cuyas enormes paredes iban desde el piso hasta el techo. Para donde quiera que volteaban, había cientos, quizás miles de volúmenes de todos colores y tamaños.

--Por allí debe estar –dijo el hombrecillo y señaló un punto en lo alto del estante.

Mientras las hermanas buscaban con la vista una escalera, el hombrecillo comenzó a mover los brazos como si fueran alas y ascendió hasta casi rozar el techo con la cabeza. Emocionadas, las chiquillas lo vieron ir a todo lo largo de una hilera de libros, elegir uno y luego regresar junto a ellas.

--Aquí está --le sacudió el polvo, lo metió en una bolsa de papel amarillento.

De regreso en casa, Luvis sacó el libro y comenzó a leer  en voz alta para sus hermanas: “Bienvenida a tu primer libro de magia. Aquí conocerás los secretos que encierra una hoja en blanco. Aun los magos más sabios, un día fueron como tú. Sigue leyendo y no te detengas, aunque no haya nada escrito”.

Imagen de JM Ortiz Soto: Luvis, Chimena y Lupis.

           

2 comentarios:

Edgardo E. Torres Arenas dijo...

Que hermosas se ven nuestras niñas, pero sobre todo vaya desde aquí nuestra sincera expresión de gratitud al Dr. Ortiz por estar siempre al pendiente de ellas, eso de verdad NO TIENE PRECIO, ¡Gracias doctor!

Atte.
Los abuelos Juany y Galo

josé manuel ortiz soto dijo...

Gracias a ustedes y a las pequeñas, esta es sólo una muestra de cariño y gratitud.
Un abrazo.

El pingüino rojo en el mundo