La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

viernes, 22 de abril de 2011

Barquitos de papel


A Noecillo, la escuela le aburría enormemente. En lugar de atender a las lecciones de la maestra Yola, solía hacer bolitas de papel que arrojaba a sus compañeros de clase. El día de nuestra historia le dio por escribir mil veces su nombre, pero apenas tuvo ánimos para llenar una hoja de libreta.
Era temporada de lluvias y esa tarde cayó un aguacero; mamá prohibió a Noecillo salir a la calle. “Si te mojas, te vas a enfermar; o te podría caer un rayo.” Refunfuñando, el chiquillo no tuvo más remedio que conformarse con ver desde la ventana a sus amigos chapotear en el lodo.
"Mejor aprovecha para hacer la tarea”, reconsideró mamá.
No del todo resignado, echado panza abajo en la cama, Noecilló encontró la hoja llena con su nombre. Recordó que días atrás su amigo Marco ―duro de cabeza como él, pero bueno para la imaginación― le había enseñado a construir barquitos de papel. “Es muy fácil, fíjate bien”, le dijo, doblando, desdoblando aquí, comenzando allá.... “Cuando mis papás no me dejan salir, hago uno y me voy de aventura. Ah, pero ten cuidado de no contarlo a cualquiera, porque te tacharían de loco.”
A la hora de la cena, mamá fue a la habitación por Noecillo, pero no halló a nadie; sólo había sobre la cama una libreta de tareas a la que faltaba una hoja.

Imagen tomada de la red.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero un día se los pueda contar a mi bb -aunq no sea de carne y hueso-

hmd

josé manuel ortiz soto dijo...

Anónimo, aun a bebés de papel se les puede contar una historia; tal vez, al contrario de los de carne y hueso, en lugar de que sea para dormir, el cuento sirva para que despierten.

Un abrazo.

El pingüino rojo en el mundo