Para todos los niños del mundo en su día
Papá se despierta todas las mañanas con un bostezo ruidoso que hace estremecer a las montañas.
Mamá, que entonces ya trajina por la casa, sirve una olla de café caliente y la lleva hasta la mesa, junto al pan recién salido del horno.
―¿Quieres un poco? ―pregunta papá cuando me ve bajar por la escalera.
Aunque a mí no me gusta el café, digo que sí, pues me encanta sentarme en sus piernas y que me convide de sus alimentos.
―¡Este niño tiene papitis! ―dice mamá y pone frente a mí un vaso con leche―. Si no te lo tomas, no podrás acompañar a tu padre.
Hoy comienzan las vacaciones y es un día especial: en premio a mis buenas calificaciones, papá prometió llevarme con él a su trabajo. Estoy tan emocionado que mi corazón retumba tan fuerte que lo escucho como saltando por toda la casa.
―Es hora de marcharnos, jovencito ―dice papá y echo a correr tras de él.
Mientras caminamos, papá me enseña algunas cosas y me dice que puedo preguntar todo lo que quiera.
―¿Somos gigantes?
―En este pueblo no hay gigantes ―replica mientras esparce las nubes, agrega o quita un satélite a los planetas, pone un poco de color naranja al sol―. ¿De dónde sacaste semejante idea, hijito?
Imagen tomada de la red.
4 comentarios:
Un regalo estupendo para todos los niños en su día y todos los días. Gracias José Manuel por compartirnos este maravilloso cuento!
Es muy hermoso Manuel..abrazo-
Anónimo, el regalo es para mí saber que lo que escribo es leído y les gusta. Gracias por estar aquí.Un abrazo.
Rosío, pues va para todos los que aún tenemos algo de niños; un abrazo.
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