Bajo el Desierto de los Tepetates no sólo se podía regresar al pasado de la región donde crecimos, sino también al de otros sitios remotos. Esto lo supe por Piecillos que, experto huellero, reconoció en una ladera a una manada de Bucardos o Cabra Montés Ibérica.* "¡Ahí va una parvada de Palomas Viajeras!"*, señaló hacia el cielo. “¡Esa que va adelante es Martha, la última que existió!”. Cuando de un bosque cercano salió una pareja de Osos Mexicanos*, sí que tuvimos miedo y nos refugiamos tras un roble, que un Pájaro Carpintero Imperial* picoteaba sin cesar. No sé por qué tenía la impresión que, desde una charca, un Sapo Dorado* se mofaba de nosotros. El colmo de la emoción fue cuando por el río pasaron en veloz competencia un Alca o Pingüino Gigante*, una Foca Monje del Caribe* y un Baiji o Delfín del Río Chino*.
―Ni en sueños imaginé ver algún día a uno de estos animales ―suspiró Piecillos―. Cuando era niño, la abuela me contaba historias sobre de ellos. Luego íbamos al jardín y los buscábamos entre las formas de las nubes.
Entre la vegetación de aquel bosque había plantas con flores de deslumbrante belleza. Era, por así decirlo, estar en el paraíso que nosotros jamás conocimos.
2 comentarios:
Me has dado una idea. En Córdoba tenemos un macizo montañoso al que denominamos 'Los Gigantes', no sería de extrañar que bajo sus plantas también se pueda emprender viaje al paraíso: el perdido, el que nos esforzamos en extinguir, y el paraíso del futuro al cual le plantamos cimiento con estas palabras.
Patricia, gracias por tu visita. Que bueno que esta historia sea disparadora de otra: la Naturaleza lo es. Esperamos leerlo pronto.
Un abrazo.
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