—No existen pingüinos rojos, son negros con blanco y medio cafecitos, ¡eh! -protestó Chivo.
Los otros niños lo miraron sorprendidos de su sapiencia.
Sólo Camano, que gustaba de llevar la contra, espetó:
—¿Y qué? En los cuentos todo se vale.
—Sí –dijeron unos.
—¡Ah…! –dijeron otros.
—Pues a mí se me hace muy jalado de los pelos –se defendió Chivo.
—Es verdad –dijeron unos.
—¡Umh!… -dijeron otros.
Y allí estaba el grupito de amigos dividido en dos bandos, cada cual con un punto de vista y olvidando que el motivo de estar reunidos era escuchar la historia del pingüino rojo.
—¡Niños! ¡Niños! –intervino Leopold, el contador de historias-. No tiene caso discutir, lo podrán hacer cuando crezcan. ¿Quieren saber lo que sigue?
—¡Sí! –gritaron todos juntos.
—Entonces guarden silencio y escuchen el resto de la historia…
2 comentarios:
Yo soy de la idea de que en un cuento, todo se vale
¿Qué haríamos si esto no fuera posible? Tal vez sólo soñar...
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