La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

domingo, 18 de marzo de 2012

El árbol viajero: (II) Zapatos

El pescado dio un gran salto y aterrizó junto a unos enormes zapatos.
―¿Debes ponértelos? ―preguntó al árbol, divertido.

―No es tan malo ―dijo el árbol, mostrando el interior acolchado, la fortaleza de la suela reforzada, las grandes agujetas como cuerdas―. En caminos pedregosos, son de gran ayuda.

A continuación contó al pescado que usaban zapatos y ropa por consejo de los sabios árboles andantes que un día recorrieron el mundo.  “Los humanos son quisquillosos y desconfiados, a adónde vayas te miran con recelo. Como se creen amos y señores del mundo, viven temerosos de que un día alguien les quite su lugar. Para evitar conflictos con ellos, lo mejor es adquirir algunas de sus costumbres, así creerán que los honramos”.

―Al principio no fue fácil, había quien colocaba un zapato en cada raíz, era grotesco verlo andar con sus veinte o treinta choclos trastabillando y sonando por allá.  Tampoco faltó aquel que dijo que un zapato era suficiente: saltaba como canguro metido en un costal. El patriarca de mi familia vio que lo mejor era trenzar las raíces en dos grupos y calzarlas como hacen los humanos. “Después de todo, no pueden ser tan tontos como parecen; algo bueno deben tener”, nos dijo.

Embelesado por las confidencias del árbol, el pez se imaginó metiendo sus aletas en unos zapatos como aquellos y  yendo por los caminos, representando al primer pez viajero. Pero la necesidad de oxígeno le recordó que era tiempo de volver a sumergirse en el agua del río.


Imagen tomada de la red.

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El pingüino rojo en el mundo