La música que escucha el pingüino rojo y sus cuates

LA MÚSICA QUE ESCUCHA EL PINGÜINO ROJO

Dedicatoria





Un pingüino rojo está dedicado a mi hermano Javier, porque me regaló mi primer libro y eso no se olvida; para mi mamá Alejandra, que supo desde el principio que tendría que batallar con mi carácter; para mi papá Fabián, al que apenas conocí pero todavía disfruto y quiero; para mamá Kika, que me malcrió (¡y me gustó!); para mi hermano Fabián y mis primos Alejandro, Gabriel y Willy, que nunca me dejaron solo en tantas y tantas travesuras; para mis hermanas Isabel, Berenice, María Elena y Cecy, que me conocen poco pero nos queremos mucho; para Patricia, Aida, Citlali, Alejandra y Gabriel flaco, primos que aceptaron tener un hermano mayor; para mis niñas Olivia, Ireri y Aranza, que aunque no me leen, están orgullosas de mí; para mis sobrinos Rodrigo, Fabiola, Andrea, Alexis, Angie, Andrei (con todo y mamá), Eduardo y Fabrizzio, por el miedo que tenían al "tío de lentes que inyecta y opera"; pero muy especialmente lo dedico a mis pacientitos que, en mi consultorio o en el hospital, me piden que les cuente uno de mis cuentos; y va también para todos aquellos que no se leen (porque ya es mucho rollo), pero saben que aquí están... Bienvenidos, pues y ¡comencemos la aventura! Nota: de última hora, la pequeña Camila Ixchel decidió acompañarnos... Otra nota: ahora se agregó Sofía Valentina y Austin Manuel. ¡Los amamos, campeones!

martes, 25 de diciembre de 2012

Expediciones


A mis ojos de niño, el jardín de la abuela era una selva inexplorada. Así que almorcé de prisa y le dije que saldría a tomar el sol un rato. 
           La abuela Mari me miró con sus ojos chiquititos de rendija, por momentos extraviados en algún rincón de su cara blanca y arrugada. A veces no puedo evitar reírme al pensar que tiene cierto parecido con esa raza de perros arrugados.
            ―Anda ve, pero no te alejes. Y cuídate la ropa, que ya sabes cómo se pone tu madre si te ensucias ―autorizó al fin, con su vocecita de cristales en una bolsa de plástico.
            Apenas salí al jardín, Ganjo, el perro del vecino, brincó la cerca y vino a mi encuentro agitando el trocito de rabo que conservaba, cual trofeo, de su última pelea con un tigre de Bengala. 

Imagen tomada de la red.

2 comentarios:

Rosio dijo...

que bonito...eso de: con su vocecita de cristales en una bolsa de plastoco, es genial...

josé manuel ortiz soto dijo...

Amiga, un gusto saber que andas por aquí. Va un abrazo y espero que sea el próximo un excelente año para ti.

El pingüino rojo en el mundo