―Allí lo vi.
Como si fuera la señal que esperaba, Bartolino Piecillos se adelantó hasta el sitio indicado. Por un rato se le vio ir de un lado para otro, levantar un puñado de tierra y soltarlo lentamente para comprobar la dirección del viento.
―Es cierto, aquí estuvo. Aún percibo en el ambiente el aroma inconfundible a pollo asoleado–concluyó.
―¡Excelente, excelente! –lo alcanzó el señor Oliver, emocionado-. Llévame a donde está ese pajarito y tendrás a cambio un cinco por ciento más de sueldo.
Un rumor de voces broncas lo hizo reconsiderar la propuesta.
―Está bien, ¡cinco por ciento más para todos!
Piecillos agradeció la promesa con un gesto e indicó al grupo la distancia que debía mantener, pero sobre todo, pidió silencio.
―¡Algo me dice que estamos ante un animal muy esquivo!
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