Eduardo Núñez Ortiz
Estaba la familia de Peter reunida en el
comedor, platicando sobre acontecimientos ocurridos durante la semana. En eso,
Peter oyó ruidos extraños en el sótano; bajó y
vio una sombra. Se dijo:
—No
puede ser de una persona, más bien es como de un perro.
Se
asustó y salió corriendo en dirección al comedor.
Fernando,
el mayordomo, se interpuso en su camino, y le dijo:
—No
comentes nada de lo que acaba de ocurrir en el sótano.
Peter
le respondió:
—¿Y tú cómo sabes lo que pasó en el sotano?
—Uhhmmm,
este… disculpa… Tengo que ir a preparar la cena.
Peter
se quedó intrigado, preguntándose por qué actuaría tan extraño.
Peter
continuó cenando, aunque un poco pensativo. Al verlo así, su hermano Arnold le
preguntó:
—¿Qué
te pasa, Peter?
Él
continuó hundido en sus sueños sin percatarse de la pregunta de su hermano.
—¡Peter!
¿Qué no me escuchas?
—Ehhmm… No me siento muy bien, me voy a dormir —y dejó su plato servido sin
haber probado un solo bocado.
Los
demás miembros de la familia terminaron de cenar y se retiraron a dormir.
Peter ya en su habitación, cayó en un sueño profundo. Mientras se adentra en un bosque
desconocido, con niebla muy densa y muy poca visibilidad, observa entre la
bruma una figura.
—¿Es
humano o animal? —se dice.
Peter
se quedó inmóvil, quería moverse pero era inútil: algo lo ataba al piso;
intentaba gritar, pero su voz se quedó atrapada en su garganta. La extraña
silueta se acercaba cada vez más y más hacia él. Transcurrió un largo tiempo y
empezaron a destellar los primeros rayos del sol, la silueta se fue
transformando hasta quedar totalmente humana. Por más que Peter intentaba ver
su rostro, no podía.
El
toc toc en la puerta de su habitación lo despertó. Era Fernando, el mayordomo.
Peter vio que su silueta era igual a la de su sueño. Al observar su rostro pálido
y demacrado, Peter sintió que un escalofrió recorría todo su cuerpo.
—Peter:
te esperan en el comedor —dijo Fernando.
Todo
transcurrió en completa normalidad durante la mañana. Por la tarde planearon un
recorrido por el bosque. Peter observaba a su alrededor más que sorprendido: el
lugar le parecía familiar. Mientras Fernando —que lo observaba sin perder
detalle— se acercó a él sin hacer ruido y, tocando el hombro de Peter, a la vez
que le decía:
—¿Reconoces
el lugar?
Peter,
en su mente, se hacía esta misma pregunta una y mil veces: fue realidad o solo
fue un sueño.
FIN